martes, 16 de septiembre de 2008

La independencia o el sometimiento al Imperio

Américo Díaz Núñez


Para comprender lo que ocurre hoy en Nuestra América mestiza, es necesario repasar a vuelo de pájaro la historia de la Primera Independencia, lograda tras dura y larga lucha contra el imperio español aferrado a las cadenas que otro poder imperial tomara como herencia natural, en un vasto territorio que le serviría de fuente de riquezas durante casi dos siglos.

Las pasiones desatadas por la lucha libertaria desde el Río Bravo hasta Buenos Aires a comienzos del siglo XIX, como consecuencia de las contradicciones del sistema colonial español y los poderes imperiales europeos del momento, ubicaron a la población hispanohablante de América en dos campos enfrentados a muerte.

Y eso es exactamente lo que ocurre de nuevo hoy, cuando el imperio heredero de aquellas colonias que él supo dividir y distanciar hasta comienzos del siglo XXI, se sacuden la dependencia mediante otras formas de lucha distintas a la guerra formal, ante lo cual el nuevo imperio, ya decadente tras cien años de explotación, dictaduras impuestas por la fuerza y agresiones, mueve sus fichas y estimula enfrentamientos internos para desbaratar el intento que se hace realidad, tal como lo hubiera hecho España si todavía nos dominara.

Confundir, dividir, enfrentar y asesinar son los verbos más conjugados hoy por la política oficial y secreta del gobierno de los Estados Unidos en la América Nuestra. Así lo hizo España frente a los intentos de Francisco de Miranda de liberar la América del Sur. Y lo repetiría el imperio emergente frente a Simón Bolívar y su empeño por integrarla en una sola nación.

Llamaron en la prensa del Norte al impetuoso capitán de pueblos “El Loco del Sur” y animaron a los Santander, Páez y demás disidentes de entonces a difamar y sacar del camino a sus oponentes unionistas o grancolombianos, asesinarlos o desterrarlos, lo cual no dudaron en realizar con Sucre y Bolívar, con el apoyo embozado o abierto de Estados Unidos, cuya Doctrina Monroe es curiosamente contemporánea de las conspiraciones en Venezuela, Colombia y Ecuador contra la unidad suramericana.

No nos sorprenda hoy, entonces, que esa política no haya cambiado, sino, por el contrario, haya sido perfeccionada mediante el uso y abuso de los medios masivos de comunicación social, sus cañones de ahora, la intriga, la división, el enfrentamiento, los asesinatos y magnicidios, las traiciones, para destrozar todo intento de unificación de la nación suramericana y restitución al pueblo del poder originario que le pertenece por derecho propio.

Son demasiado descaradas sus maniobras públicas y no tan públicas contra el actual proceso de integración suramericana en países como Venezuela, Ecuador, Bolivia, Argentina y Chile como para que pasen desapercibidas.

En algunas partes es común en uso de la prensa para desacreditar, impulsar campañas confusionistas con maletines, apoyos a las FARC y al narcotráfico, con el claro propósito de desactivar los mecanismos de unidad de los pueblos, darles argumentos a los caballos de Troya internos en cada país para desunir, confrontar y montar los escenarios de guerra civil que intentaron en Venezuela e intentan en Bolivia.

Esa propaganda, artillería de la contrarrevolución, presenta a un Hugo Chávez intervencionista con sus petrodólares, sus Casas del Alba, su militarización de Bolivia, sus bases rusas en territorio nacional, una forma de descalificarlo para hablar de unidad, integración y otras causas nobles a favor de nuestros pueblos.

Atribuirle a Venezuela lo que en realidad hace el Imperio, con el apoyo de sus aliados y sirvientes en la América Nuestra, es un modo de quitarle fuerza a las denuncias comprobadas de la inmoralidad imperialista en el mundo y en esta región donde vivimos:

--Establecer bases militares para la intervención;

--negociar con el narcotráfico, cuyo verdadero paraíso es el mercado norteño;

--sobornar funcionarios;

--conspirar para instalar dictaduras fascistas;

--utilizar dinero sucio de las drogas para su política secreta de sobornos, entre otros;

--asesinar o sacar del gobierno a quienes no le obedecen;

--arrancar provincias a un país soberano para su propio provecho explotador (Panamá era territorio de Colombia, a la que ahora colonizan; Puerto Rico está bajo su dominio colonial), ¿qué es que lo tratan de hacer en Bolivia con la media luna rica?;

--apoyar el latifundio y ejercerlo, y tantas otras conductas ilegales y reprochables;

--utilizar a los militares y civiles sobornables para magnicidios y golpes de estado (Somoza, Trujillo, Pérez Jiménez, Duvalier, Rojas Pinilla, Odría, Stroessner, Pinochet y los otros genocidas del Cono Sur)…

Vivimos nuevos tiempos de pasiones desatadas: unas elevadas y altruistas para rescatar la dignidad de los pueblos humillados, como el indígena boliviano, poniendo las riquezas nacionales al servicio de todos y no de minorías enriquecidas o ambiciosas, cuyas pasiones son por la dependencia que les crea nichos de privilegios cuyo costo es la exclusión social, el atraso, el hambre, la desnutrición, la desigualdad, la explotación y la perpetuación del dominio extranjero sobre nuestras economías nacionales.

La dependencia del Norte está a la vista en este propio instante: Quiebra un viejo consorcio bancario en Nueva York y las bolsas de muchos de los países de Suramérica se precipitan hacia la baja, estrepitosamente.

¿Hacen falta más argumentos para justificar la independencia financiera con el Banco del Sur?

La Unión de Naciones de Suramérica, UNASUR, está demostrando en Santiago de Chile que es un nuevo mecanismo de integración efectivo ante la crisis artificial creada por la derecha fascista y proimperialista de Bolivia, derrotada en el reciente referéndum consultivo ganado por Evo Morales con más del 67% de los votos, el cual fue un rechazo expreso al separatismo propiciado desde el Norte para saquear más todavía a las provincias ricas y tropicales del país del altiplano andino.

Entre estos dos fuegos, UNASUR debe superar en efectividad a la vieja y decrépita OEA washingtoniana, porque para eso fue creada. Actuar sin la presencia del enemigo intervencionista y saqueador, magnicida y golpista, cuyos aliados en la región cada día son menos y más desprestigiados, a pesar del apoyo mediático de quien les da el garrote.

Los medios que defienden al Imperio y difaman a los protagonistas de la nueva independencia suramericana (tal como lo hizo la Gaceta de Caracas en su época) ya han sido derrotados por los pueblos en las consultas electorales contra las que se pronunciaron, en la mayoría de nuestros países. A ellos les espera el basurero de la historia, porque vivimos los tiempos de la Nueva Independencia Suramericana.

A la unidad suramericana se augura un futuro de integración en todos los aspectos para superar dos siglos de atraso, de confrontaciones fratricidas y de desubicación geopolítica.

El Imperio está siendo derrotado porque todas las ilusiones con las que embelezó a una parte de la población de esta parte del mundo se convirtieron en falsedades y tragedias que ya pertenecen al pasado.

Hay una nueva correlación de fuerzas sociales para construir un futuro independiente y próspero para todos. No hay otro camino digno.