domingo, 7 de diciembre de 2008

¿Blindados o vulnerables?

Antonio Elías (*)


La crisis en Estados Unidos, largamente demorada por el crédito fácil, ha generado una recesión que se propaga al resto del mundo. El efecto contagio se ha desencadenado sin que aparezcan antídotos para detenerlo: ya es notorio en Europa, Japón, China y México, entre otros. Debe considerarse que esta crisis, a la que aún no se le ve en Estados Unidos el fondo, se extenderá durante varios años, como ocurrió en nuestro país con la de 1999-2002. La globalización, tan elogiada por los mismos que provocan las crisis, hace imposible que no suframos sus efectos.

A diferencia de los maremotos, los huracanes o las tormentas, las crisis no se explican por las leyes de la naturaleza, sino por intereses contrapuestos de los grupos sociales. Para hablar de alternativas es necesario analizar quién tiene más fuerza para imponer sus intereses, cuáles son las alianzas posibles. La clave pasa por definir el momento con justeza para poder actuar en consecuencia y construir una nueva correlación de fuerzas.

Uno. Muchos se preguntan: “¿qué pasa con la crisis?” “¿Cómo afecta la relación entre capital y trabajo?” “¿Cuáles son las alternativas?” Hay quienes consideran que se acrecientan las condiciones objetivas para que los trabajadores y sus aliados enfrenten al capital. Otros asumen que no existen condiciones subjetivas -conciencia, organización y dirección- para desarrollar una ofensiva liberadora. Pocos, aún, son aquellos concientes de la grave responsabilidad que tiene la “izquierda posibilista”, esa nueva “tercera vía” progresista, social-liberal y socialdemócrata en la actual situación de debilidad del campo popular. (**)

Más de una propuesta bien intencionada como “una nueva arquitectura financiera internacional” o el “Banco del Sur” terminan fortaleciendo la idea de que, con suficiente habilidad podemos construir un “capitalismo con rostro humano”, olvidando que la esencia del sistema es una relación social de explotación que provoca por un lado la concentración y centralización de la riqueza y por otro crecientes niveles de pobreza, indigencia y exclusión.

Es notorio -a pesar de la crisis en la economía real y sus efectos en los sistemas financieros, bursátiles y monetarios- que el capital sigue siendo la fuerza hegemónica y Estados Unidos la nación más poderosa del mundo. Ello hace que una de las alternativas de salida a la crisis, la más probable, sea una reestructuración capitalista autoritaria.

La lucha de clases adquirirá esas características en aquellos lugares donde haya fuerzas populares con suficiente poder para impulsar un proyecto antiimperialista y antioligárquico: el Estado recurre a la violencia en defensa del capital allí donde fracasa la dominación por otros medios.

En esta nueva etapa, también estará en el orden del día la profundización de las invasiones depredadoras contra países que controlan recursos naturales estratégicos. En muchos de ellos no será necesaria ninguna violencia: los gobiernos harán los “mandados” que sean necesarios para preservar su status quo.

Políticas disuasivas, intervenciones y agresiones directas ya las estamos viendo en nuestro continente. No es solamente la IV flota estadounidense son los proyectos separatistas y los crímenes de Pando en Bolivia; los intentos de magnicidio contra Chávez y la invasión colombiana en Ecuador: nada de eso es casual ni está aislado uno del otro.

El imperialismo en los momentos en que se ve en peligro, redobla la apuesta para destruir a aquellos que lo enfrentan. Recordemos lo que paso en el tiempo de las dictaduras, donde se liquidaba todo aquello con capacidad convocatoria, capaz de engendrar un poder alternativo al terrorismo de estado.

En ese marco, ¿qué se pueden plantear aquellos que pretenden expresar las aspiraciones de los trabajadores frente al capital, los intereses de la nación respecto al imperio?

Dos. Por “blindados” que estemos -según nuestros optimistas gobernantes-, las fuerzas que actúan son tan poderosas y nosotros tan vulnerables que la defensa de nuestro país y de sus hijos más que apuestas a la fe exige medidas de emergencia.

Mantener capitales y aumentar disponibilidad fiscal. En este periodo se debería intervenir la banca privada para impedir la transferencia de capitales al exterior que no estén justificados en el proceso productivo y comercial del país. Esto se debe complementar con un sistema de control de cambios, moratoria selectiva y renegociación de la deuda pública para financiar medidas anticrisis por parte del Estado.

Fortalecer el mercado interno. Contrarrestar la caída de la demanda externa a través de: aumento sustancial de la inversión pública como dinamizador de la economía y productor de bienes preferentes; otorgamiento de beneficios tributarios a las actividades económicas con alta generación de empleo; mantenimiento de los ingresos reales de trabajadores y pasivos; reducción de impuestos al trabajo, incrementando los del capital y los movimientos especulativos.

Minimizar los costos sociales de la crisis. Ampliación de seguros de desempleo y políticas de protección social para quienes pierdan el empleo y los subempleados, moratoria sobre desalojos por deudas hipotecarias y congelamiento de alquileres, de servicios públicos fundamentales, prohibiendo los cortes de agua, luz y teléfono a las familias afectadas por la crisis. Control de precios de los productos básicos de la canasta familiar y creación de entes testigos en sectores fundamentales como la carne y la pesca. Fortalecer el apoyo sanitario, educativo, alimentario y en vivienda a las personas indigentes, haciendo hincapié en la niñez.

Todo ello es tan posible como necesario, pero si no va acompañado de un discurso claro y fundamentado que demuestre que el capitalismo no tiene respuesta para las necesidades de nuestros pueblos, estaremos perdiendo una oportunidad histórica para hacer avanzar un proyecto de intención socialista.

Tres. Para luchar contra el capital habrá que desmontar el marco institucional impuesto por el capitalismo en su fase neoliberal. Deben reconstruirse las fronteras económicas -aquellas que ellos destruyeron-, reposicionar al Estado como sujeto fundamental del proceso socio-económico-político, recuperar el “escudo de los pobres” y el motor del desarrollo.

Un programa de emergencia sería insuficiente si no se avanza en la creación de niveles de conciencia que hagan retroceder el proyecto ideológico del capital. Hay que cuestionar al capitalismo en todas sus versiones -el neoliberalismo, el postneoliberalismo de las reformas de segunda generación, el neodesarrollismo y el neocolonialismo transnacional- al igual que todas las medidas de salidas de la crisis que apunten a reconstruir el andamiaje regulatorio del capital reafirmando la dominación.

Hay que unir las tareas inmediatas con el proyecto histórico emancipatorio, reposicionando en el imaginario colectivo el socialismo como alternativa real a la barbarie capitalista.


(*) Docente universitario, miembro de la Red de Economistas de Izquierda (REDIU)

(**) Ver STOLOWICZ, Beatriz (Coordinadora) en Gobiernos de Izquierda en el América Latina. Un balance político, Ed. Aurora, Bogota, 2007.