sábado, 30 de agosto de 2008

Denver e Iraq: teatro y realidad

Juana Carrasco Martín


La audiencia de transeúntes generalmente los apoya. Unas dos docenas de veteranos de guerra han llevado el teatro de calle a Denver, en momentos en que los demócratas celebran su Convención Nacional en el Pepsi Center. Han dramatizado lo que hicieron o vieron durante su servicio en Iraq: atemorizan, empujan, gritan, detienen y ultrajan a los que hacen el papel de iraquíes. Su esfuerzo contra la guerra de George

W. Bush les gana el apoyo de quienes el diario The Denver Post califica de «dos renombrados miembros del movimiento antibélico», el representante Dennis Kucinich y Ron Kovic, un veterano de la guerra de Vietnam que quedó entonces paralizado por una bala en su espina dorsal; él les dijo: «Ustedes son... la verdad que debe ser dicha».

Y una parte de esa verdad fue revelada este miércoles por The New York Times, cuando informó sobre la declaración bajo juramento que hicieran en enero pasado, ante investigadores del ejército en una base militar de EE.UU. en Alemania, dos soldados estadounidenses, el sargento de primera Joseph P. Mayo, y el sargento Michael P. Leahy Jr. En ella relatan cómo ejecutaron a tiros a cuatro prisioneros iraquíes, esposados y vendados, en la orilla de un canal de Bagdad, en marzo o abril de 2007, los arrojaron al viaducto y tranquilamente volvieron a su base en los vehículos de su pelotón y acompañados por el resto de los hombres de su unidad que les esperaban. Ambos dijeron haber actuado siguiendo las órdenes del sargento primero John E. Hatley, quien disparó él mismo a la cabeza de dos de esos detenidos.

Asegura el diario neoyorquino que obtuvo los documentos de una persona —que insistió en el anonimato— cercana a uno de estos soldados de la Compañía D, Primer Batallón, Segundo de Infantería, de la 172 Brigada de Infantería. Ninguno de los tres militares ha sido acusado todavía por estos asesinatos, demostrativos de los crímenes de guerra por los que debiera ser juzgado, en primera instancia, el señor de la Casa Blanca y su equipo.

En las revelaciones del New York Times sobre las declaraciones, se afirma que otros miembros del pelotón fueron testigos u oyeron los disparos, y es sabido que estos tres militares no son casos únicos en esa unidad emplazada en Iraq, pues el mes pasado otros cuatro soldados bajo el mando de Hatley enfrentaron cargos de conspiración para matar a cuatro prisioneros desarmados. Se trata de los especialistas Steve A. Ribordy y Berlmor G. Ramos, el sargento mayor Jess C. Cunningham y el sargento Charles P. Quigley.

Cuando se conoce este bárbaro proceder que viola las leyes internacionales y las de EE.UU., se supo también que Estados Unidos «pidió permiso» para mantener su presencia militar en Iraq hasta 2015, pero que el gobierno de Jalal Talabani les puso una cota, el 2011. El ejercicio de «independencia» tiene a su vez su valladar, pues al detallar las negociaciones sobre el pacto bilateral de seguridad que negocian respecto a los 145 000 soldados que ocupan el país mesopotámico, el presidente iraquí admitió: «Iraq tiene el derecho, si lo considera necesario, de extender la presencia de esas tropas»...

El sabor de la guerra es así de amargo. EE.UU. llevó la muerte cierta a las calles de cada ciudad iraquí y abrió para sí una nefasta Caja de Pandora con todos sus males... Y no es teatro, es la más horrenda y cruel realidad.

Pero la comedia de la democracia que se expone en Denver, y se extenderá la próxima semana a St. Louis, con similar espectáculo carnavalesco de los republicanos, hace sordina con su ruidoso alboroto a la verdad de una guerra y sus crímenes...