viernes, 22 de agosto de 2008

Cambio histórico en Paraguay

Stella Caloni


La asunción del ex obispo Fernando Lugo en Paraguay, liderando la Alianza Patriótica por el Cambio (APC), además de ser un hecho histórico en un país bajo el dominio del Partido Colorado por mucho más de 60 años, que mantuvo una dictadura alienante durante 35 años (1954-1989) replegada en las estructuras del poder hasta ahora, es también trascendente para fortalecer la integración de América Latina.

Su discurso marcó con precisión lo que entiende por verdaderos cambios en el país y sus primeros actos fueron más que simbólicos, como también sucedió con algunas referencias históricas que no dejaron dudas y dieron lugar a las primeras editoriales de algunos medios ligados a los viejos poderes.

El día antes de que Lugo asumiera el poder también hubo actos que marcaron una línea divisoria con el pasado cuando en un Foro popular y presidencial se realizó una jura simbólica ante miles de personas y por primera vez las comunidades indígenas que llegaron desde distintos lugares bendijeron la tierra. Eso en Paraguay fue un salto de siglos para los eternamente olvidados y excluidos.

Lugo no usó traje ni corbata, sino una camisa paraguaya que tenía reminiscencias de la que usaba el mariscal Francisco Solano López, a quien como otros que lucharon y murieron por un Paraguay independiente, se intentó dejar en el olvido de los mausoleos y homenajes. Mucho se hablará de este discurso histórico.

Pero también de los primeros actos ligados a su política de integración que son esclarecedores y nada simbólicos. A horas de haber asumido firmó con el presidente Hugo Chávez, de Venezuela, 12 acuerdos de cooperación que priorizan energía, educación y agricultura. Lo hizo nada menos que en San Pedro de Ycuamandiju, región de los olvidos donde fue obispo y donde tejió su trabajo con los pobres en el contexto de la Teología de la Liberación.

El gobierno de Venezuela se comprometió a suministrar el petróleo que necesitara Paraguay y los documentos suscriptos sientan las bases de una relación bilateral, que nadie duda también fortalecerá al Mercado Común del Sur.

Chávez propuso al nuevo presidente un plan de alfabetización -de reconocido éxito en Venezuela y Bolivia- y un proyecto de desarrollo conjunto agroindustrial, y se firmó una carta de compromiso para integrar a Paraguay a la cadena internacional Telesur. Para un país que estuvo en un aislamiento informativo de mucho más de medio siglo, es otro paso gigante. En los pasillos del Mercosur y de Unasur no pasaba inadvertido que la llegada de Lugo al poder en Paraguay es clave para avanzar en temas que difícilmente podían pasar por las puertas de hierro del Partido Colorado.

Pero también se presupone que Argentina y Brasil tomarán definitivas posiciones con relación a los beneficios que debe recibir Paraguay de las represas de Itaipú y Yaciretá que comparte con ambos países, respectivamente.

El tema estuvo en el discurso de Lugo al recordar que en la integración, los hechos de justicia deben superar argumentos estrictamente jurídicos. En el caso de Itaipú se cambie o no el Tratado, Paraguay deberá recibir precio justo, el precio de mercado, lo que de hecho aumenta sustancialmente el ingreso por esa represa, que fue un modelo de corrupción en ambos países. Los términos del acuerdo de 1973 sobre Itaipú, fijaba en partes iguales el derecho a la energía generada. Pero Paraguay sólo utiliza 17 de 50 por ciento que le corresponde y el resto lo vende a Brasil a un precio que ya resulta inadmisible.

Esto pretende ser explotado en estos momentos por algunos medios para plantear enfrentamientos a corto plazo en el Mercosur. Pero ya hay ejemplos de que temas similares comenzaron a repararse esencialmente por los cambios que se han producido en este organismo, donde se elevó la visión política de la integración. Hubo nuevos acuerdos en el tema de gas que Bolivia provee a Brasil y Argentina, con el presidente Evo Morales, entre otros casos.

Lugo ya mantuvo conversaciones a fondo con los gobiernos de Argentina y Brasil en los últimos meses. Pocos días antes de su asunción en un encuentro con este periódico en Uruguay, el nuevo presidente paraguayo habló de su visión sobre la integración que esperaba y la importancia que tiene para su gobierno que esta avance y se profundice en el corto plazo. Hay que "vencer vicios internos, superando realmente las asimetrías, marcando la solidaridad, y dejando de lado los elementos que la atrasan" para enfrentar los desafíos externos que afectan a todos los países en su conjunto. Sabe los duros problemas que deberá enfrentar y reconoce "que todo sería mucho más difícil y casi imposible en algunos casos si no existiera este nuevo mapa en América Latina, nunca visto. Sentirse rodeado de solidaridades no es lo mismo que andar solo el camino".

Para Lugo la integración también ayudará profundamente a resolver la situación de desigualdad que admite como "explosiva" en su país. "Cuando uno se enfrenta a inaceptables desigualdades sociales donde un sector agroexportador que suma 7 por ciento de la población total del país de más de seis millones de habitantes es dueño nada menos que de 93 por ciento de la superficie cultivable de la tierra, mientras que 93 por ciento de la población vive en el restante 7 por ciento de esa superficie, nadie puede dudar que las consecuencias son desoladoras".

Por eso y por los dos millones de campesinos sin tierras viviendo en la absoluta pobreza, habrá "ineludibles prioridades". El tema de la tierra es clave. Desestima que la unidad de la Alianza compuesta por varios partidos sea fácil de romper. "Hemos trabajado como una fuerza diversa y abierta, sumando siempre y sabiendo todos que es una oportunidad única de la que no podemos regresar. Mantenerla es un aporte que haremos también a la integración de América Latina".

Analiza que la integración no sólo debe ser de gobiernos sino "una expresión de los pueblos del continente, para que nunca pueda quedar a la deriva de los acontecimientos o de las circunstancias políticas que puedan producirse en cada uno de nuestros países". Tiene otra certeza: que en todos los países con mayor o menor intensidad se ha llegado a un punto de saturación de las inequidades sociales generadas por un sistema cuya expresión máxima es el neoliberalismo que condenó al ser humano a las mayores humillaciones e injusticias. "Hemos entrado en un camino sin retorno. Y lo estamos viendo en América Latina."