jueves, 5 de junio de 2008

Las prisiones flotantes de Babibush

Juana Carrasco Martín


Dicen que los jardines flotantes de Babilonia dejaban atónitos a quienes contemplaban su belleza. Milenios más tarde, George W. Bush deja atónito al mundo con sus prisiones flotantes, sórdido procedimiento para violar los más elementales derechos humanos de quienes han ido a parar a ese piélago de celdas perdidas.

Lejos, bien lejos, de «los entrometidos ojos de los medios y de los molestos abogados de la jurisprudencia», como publicara este martes en The Guardian, el jurista Clive Stafford Smith, fundador de Reprieve, una organización que anda escudriñando en ese modo de hacer, hurgando, revelando y denunciando esas zonas libres de ley en medio de los océanos.

En el año 2006, George W. Bush aseguró haber interrumpido la práctica de las «rendiciones» que llevaron a ¿cientos?, ¿miles? de personas a las cárceles secretas de la CIA, en los vuelos secretos que se posaron como aves de rapiña en aeropuertos de la civilizada Europa o en terminales de otros continentes, con su pesada carga de carne humana de detenidos fantasmas, catalogados como «combatientes ilegales». El análisis de Reprieve clama tener noticias de más de 200 nuevos casos de «rendición» desde entonces.

Y saben también que desde aquel fatídico 11 de septiembre de 2001 unos 17 navíos han sido utilizados por Estados Unidos como «prisiones flotantes», centros de interrogatorios para sus detenidos, y no dudemos que de tortura, porque ¿quién puede oír un grito desesperado en medio del océano?

Tres naves de guerra estadounidenses se mencionan, y operaron cerca de la base militar de Diego García, una isla ocupada por Gran Bretaña en el Océano Índico y compartida como base militar por EE.UU. Ellos son el USS Peleliu, el USS Bataan y también se menciona al USS Ashland.

El estudio de la organización defensora de los derechos humanos incluye la narración de un prisionero liberado de la ilegal Base Naval de Guantánamo, quien describe la historia de uno de sus colegas en el campo de detención que estuvo en un barco norteamericano junto a otros 50 detenidos antes de ser llevado al campo de concentración en el territorio usurpado a Cuba. Encerrados en el fondo del buque «la gente encerrada en el barco eran golpeadas incluso más severamente que en Guantánamo», dijo.

Bush, o quienes sugirieron y pusieron en práctica este oprobio no han inventado nada nuevo. Solo repiten la infamia del viejo imperio británico cuando encerró a sus prisioneros de guerra, durante la Revolución Americana del siglo XVIII, en barcos-prisiones.

Bush y su equipo esconden de los ojos estadounidenses estas, sus flores del mal, y si algunos escudriñan, se rebelan y saben y pueden ver árboles y bosque, intenta talarlos. Este martes, Democracy Now informa que 34 activistas contra la tortura han sido convictos por protestar frente a la Corte Suprema de Washington el 11 de enero pasado, y denunciar allí la que bien puede llamarse la Base Penal de Guantánamo, cuando se cumplían seis años de su apertura.

Doce de estos apóstoles ya cumplen sentencias de cárcel, el resto comparece ahora ante la corte, y tal y como hicieron en enero varios manifestantes se vistieron con el uniforme naranja y taparon sus rostros con las capuchas negras, características externas de las infamantes prisiones estadounidenses. Son los Testigos contra la Tortura dispuestos a segar las prisiones flotantes de Babibush.