miércoles, 18 de junio de 2008

De los tiempos y de las tácticas

Jorge Gómez Barata


Ayer, un noticiero de televisión, con la mayor seriedad y abundantes imágenes, informó que para protestar por el aumento del precio del combustible, los camioneros franceses conducirían a menos velocidad. Lo ridículo de la amenaza, me hizo recordar los tiempos en que, por reclamos salariales, la CGT podía llamar a la huelga general y derrocar al gobierno de turno. Convencidos de que la clase obrera debía luchar por el poder político, aquellas demandas nos parecían “migajas”.

La anécdota me permite retomar las desproporcionadas reacciones de algunos intelectuales de izquierda ante las opiniones de Chávez respecto a que la lucha armada y las guerrillas han perdido vigencia en América Latina. Gente que arderían como una mariposa en un arco eléctrico si tuvieran que dirigir la revolución en un municipio, llegan a colocarse a la izquierda de Fidel Castro y del propio presidente venezolano.

En realidad Chávez no se refirió a la esencia de tales tácticas sino a su pertinencia; nunca dijo que fueran erróneas o contraindicadas, sino que otras formas de lucha se adaptan mejor a las presentes circunstancias. Creer en la violencia como alternativa histórica, no significa ser violento todos los días y a todas horas, sino sólo cuando y donde se requiera.

También en su momento, la izquierda tradicional criticó a Fidel Castro, no sólo por asaltar el Moncada, sino por desembarcar en el Granma e incluso por librar la guerra revolucionaria y, desde otras orillas y por otras razones, fue cuestionado Salvador Allende que, en pleno debate sobre la lucha armada, se planteó la vía electoral como camino y, en 1970 al frente de una coalición unitaria, se hizo con el gobierno en Chile.

Lo obvio es que los cambios en los escenarios políticos, no sólo han modificado la percepción sobre la lucha armada sino también las tácticas y la estrategia de las luchas obreras y populares, incluso sus propios objetivos, sin que ello implique un retroceso y mucho menos una claudicación.

Las masas, la izquierda y los sectores progresistas latinoamericanos han aprendido a contender bajo las reglas electorales, frenando a la oligarquía que ya no puede imponerse mediante golpes de estado y al imperio que no tiene las manos libres para intervenir, presionar e incluso desembarcar sus marines. La clase obrera europea, o lo que queda de ella, más que tratar de derrocar al capitalismo, defiende sus conquistas frente a las tendencias neoliberales.

Quien imagine que los procesos políticos europeos pudieran asumir la forma del “Gran Octubre” o la “Larga Marcha ”, que en otros tiempos proporcionaron éxitos brillantes y de significados históricos que durante más de medio siglo gravitaron decisivamente sobre la correlación mundial de fuerzas y crea que la instauración de la dictadura del proletariado tiene alguna vigencia como programa político, está equivocado.

Esas mutaciones no están determinadas por el trauma que para la izquierda tradicional significó la desaparición de la Unión Soviética y la remisión del comunismo, ni son retrocesos sino que se asocian a procesos globales, a cambios en las estructuras de las sociedades y a la maduración de fuerzas y procesos políticos de nuevo signo.

Ningún elogio a la violencia y a la guerra atenúa sus costos humanos y el hecho de que en determinados sitios y coyunturas históricas hayan sido recursos válidos y expresión de la capacidad de sacrificio de los patriotas y los revolucionarios, no debe hacer olvidar que casi siempre se ha tratado de respuestas a actitud de la reacción que la impone como recurso extremo. Practicar la política por métodos armados cuando son posibles opciones menos cruentas es absurdo.

El propio Chávez llama constantemente al pueblo venezolano a estar alertas y a sus fuerzas armadas a prepararse para la eventualidad de tener que tomar las armas frente a una agresión externa, circunstancias que obviamente no desea y que hará todo lo posible por evitar, incluyendo pedirle a las FARC esfuerzos para desactivar un conflicto sumamente peligroso.

No es la primera vez que ante los revolucionarios se presentan situaciones de esta naturaleza y probablemente no sea la última en que algún destacamento, para sintonizar con el movimiento en su conjunto, deponga ciertas metas y cambie determinadas tácticas.

Cuando en las negociaciones de Brest-Litovsk, efectuadas para acordar una paz separada con Alemania durante la Primera Guerra Mundial , frente al romanticismo de Trotski que prefería resistir hasta que se desencadenara la revolución mundial, Lenin pactó con los alemanes y cedió a sus pretensiones territoriales típicamente imperialistas, usó el argumento de que era imprescindible salvar la criatura que ya había nacido. Se trataba nada menos que de la revolución bolchevique. El sacrifico valió la pena. De eso se trata.