martes, 14 de octubre de 2008

Entre el gemido y el grito

José Vicente Rangel


El apologista del imperio británico y brillante escritor sabía lo que decía.

Todo imperio, así como nace también desaparece. Unas veces de manera violenta; otras se desvanece como la neblina, de manera casi imperceptible.

Para muchos que no creen en la desaparición de los imperios, que los consideran un fenómeno eterno, la sorpresa es grande e inexplicables las causas. Entonces incurren en explicaciones banales.

Lo que ocurre con la crisis financiera de Estados Unidos –cuyos efectos recorren el mundo–, necesariamente no significa, por ahora, el colapso del imperio norteamericano.

Sería temerario afirmarlo. Pero sí hay que ubicarlo en la perspectiva de una fatalidad que tarde o temprano se cumplirá. Es algo equivalente a la luz roja que se enciende en el tablero. Que en esta oportunidad parece tener signos más definitorios y concretos que aquellos que acompañaron a anteriores premoniciones.

Por ahora la base especulativa del sistema económico norteamericano está hecha polvo.

Lo admiten los pontífices de la economía neoliberal y lo confirman los empavorecidos mercados internacionales. También se desploma la superchería ideológica que soportó durante décadas la arquitectura financiera imperial: la teologización del mercado, la teoría sobre la hegemonía y la unilateralidad de EEUU. Fracasa un modelo basado en la euforia especulativa de que hablara Galbraith. Un modelo apuntalado en la estrecha relación entre clanes políticos y mafias empresariales. Modelo que revirtió contra todos, contra el propio establecimiento inmoral, contra los ahorristas, la clase media, los trabajadores y el pueblo norteamericano en general.

Pero el imperio aún cuenta con suficientes recursos para sobrevivir, entre otros, su inmenso poder militar y tecnológico. Sin embargo, ahora quedó al desnudo. Con el agravante de que carece de un liderazgo que le permita reflotar como lo hizo en anteriores episodios críticos. Con la menguada conducción de un Bush que cree conjurar la crisis echando a la hoguera 700 mil millones de dólares que le arrebata a los contribuyentes, con lo cual beneficia a la banca responsable del desastre y confirma la inmoralidad del poder que rige el destino de la nación. Igual pasa con los dos candidatos que disputan la presidencia, Obama y McCain, cuya confusión ante lo que sucede y lo que hoy es el mundo se palpa en los mediocres debates que ambos han protagonizado. Lo demuestra la caída en picada de las bolsas del mundo; la incapacidad del sistema para reaccionar con el "paquete del robo" –como algunos llaman al plan Bush–; el lenguaje enmascarador de lo que sucede; la súbita reducción de las tasas de interés y otros tantos artilugios que nada significan para los pequeños empresarios sin perspectivas de créditos, para las víctimas del creciente desempleo, para los que pierden sus casas, en fin, para los millones y millones de ciudadanos confundidos ante un futuro incierto.

¿Vivimos el momento del gemido de que habló el autor de Kim o la terrible desolación que plasmó el pintor Edvard Munch en su emblemático cuadro El grito? El tiempo lo dirá.


LABERINTO
Mientras la SIP en Madrid se embriagaba formulando denuncias sobre los atentados a la libertad de expresión en Venezuela, en el país el diario Panorama era objeto de una curiosa forma de defender aquellos principios por parte de los seguidores de los voceros de ultramar...


Unas 80 personas trasladadas en autobuses de LUZ hasta la sede del diario zuliano pretendieron impedir que los camiones de reparto salieran con los ejemplares hasta tanto éstos fueran censurados.

La acción estaba relacionaba con la información del diario sobre los responsables del asesinato del presidente de la FCU. Finalmente el grupo fue disuadido por la fuerza pública...


Lo interesante del caso es que ninguno de los voceros que planteó en Madrid el tema de los ataques a la libertad de expresión ha protestado por la agresión contra un medio venezolano. ¡Farsantes! La doble moral los delata.


La SIP y el Borbón
La verdad es que el tema fastidia. Hay que tratarlo –a conciencia de que se le hace el juego al cartel de propietarios de medios– porque está en la agenda y no queda más remedio. Pero es el cuento del gallo pelón.

La reunión de Madrid, auspiciada por el grupo Prisa –de los Polanco–, propietario de El País, y ahora de El Tiempo de Colombia, fue una repetición al calco de eventos realizados en América Latina. Las mismas mentiras de siempre; la misma falsificación de los hechos, quizá potenciada por el escenario.

Contar con la presencia de un rey y de miembros de un gobierno europeo constituye motivo de orgullo para aquellos que necesitan avalistas de peso porque están conscientes de que cada día sus medios tienen menos aceptación popular. Por eso es válida la conjetura acerca de lo bien que le hubiera quedado al rey Juan Carlos otro tipo de discurso en el evento de la SIP en Madrid. Uno menos plagado de lugares comunes y de lisonjas hacia una institución tan cuestionada. Pero un Borbón es siempre un Borbón. Por eso omitió, por ejemplo, la mención a la obscena relación entre los medios y poderosos grupos económicos; la total ausencia de veracidad en la información; el sesgo hacia los poderes fácticos; su histórica identificación con las dictaduras de la región, y algo que quizá sea el dato más importante en la actual realidad latinoamericana: la usurpación por el medio del papel del partido político. Incluso, ¿no llama la atención, aun en el caso de un Borbón –que tanta porquería tragó, y avaló, durante la dictadura de Franco–, que los ataques de la SIP se centraran contra aquellos países donde, en el marco de la democracia y con elecciones libres, se producen cambios sociales, políticos y económicos importantes? El objetivo de la reunión madrileña de la SIP se logró: llevar manipulado a Europa el tema de la libertad de expresión amenazada por los gobiernos que en la región latinoamericana impulsan cambios progresistas profundos por la vía democrática.

Algo verdaderamente insólito e intolerable para los integrantes del cartel. Poner en evidencia a esos gobiernos en el viejo continente y desarrollar el plan para socavarlos, fue el propósito. Claro está, teniendo como blanco principal a Venezuela, al gobierno de Chávez.

Para eso se gestó la alianza trasnacional de los dueños de medios con dos operadores: uno en Madrid, el grupo Prisa y su diario bandera El País, y otro en Colombia, el diario El Tiempo –donde Prisa ya cuenta con mayoría accionaria. De este matrimonio nació la candidatura sietemesina del nuevo presidente de la SIP, ¡sorpresa!, un Santos, Enrique, de la saga históricamente antivenezolana y rabiosamente antichavista, quien en el mismo instante que fue electo disparó desde la cintura contra el Presidente venezolano y anunció que su gobierno sería acusado ante la ONU. La grotesca maniobra se consumó a la vista de todo el mundo, en descampado, sin pudicia y, sobre todo, con evidente desesperación.

Por cierto, ahora la familia imperial Santos cuenta con un vicepresidente de la República, un ministro de Defensa y un presidente de la SIP. ¡Que les aproveche!