jueves, 26 de febrero de 2009

Hugo Chávez: un diálogo para la trasformación

Ernesto Villegas Poljak


Una pequeña tormenta, que no se sabe si terminará en chubasco o tornado, desató José Vicente Rangel al proponer una política de diálogo una vez tomada la fotografía del 15F . Con una media sonrisa habrá recortado la cantidad de artículos de apoyo, rechazo, duda e interrogante que concitó la idea. La soltó en vísperas del carnaval, como para que el país la digiriera en el asueto.

El tema no es nuevo. En el año 2001 tuve ocasión de abordarlo con el presidente Hugo Chávez en el programa “En Confianza”, que se transmitía por VTV. La noche anterior había ocurrido el primer cacerolazo de envergadura en medio de una cadena donde el mandatario informó sobre la vigencia de los 49 decretos-ley de la primera Habilitante dictada para desarrollar los principios de la Constitución. Faltaba un mes para el primer paro-ensayo de la CTV-Fedecámaras y 5 para el golpe de abril. Era 14 de noviembre.

—Este domingo apareció en Últimas Noticias una entrevista donde usted anuncia una política de diálogo. Ahondemos en eso, Presidente, ¿por qué una política de diálogo? ¿Hasta dónde? ¿Cuáles son los alcances y por qué en este momento?

—Bueno, yo diría que no sólo en este momento. Es siempre. Ayer estábamos inaugurando la fase internacional de un evento mundial en Caracas: “El Diálogo de Civilizaciones”. Un diálogo necesario entre todos los sectores de la vida nacional. Y eso no es de ahora, en este momento. Yo recuerdo, por ejemplo, mi llamado al diálogo, a buscar el consenso, a articularnos, del 6 de diciembre de hace ya casi 3 años, el día de la victoria electoral del 98. Un llamado al diálogo, a la construcción del país. Y yo sigo haciéndolo.

—No podemos negar, Presidente, que ese llamado ha estado interrumpido por grandes confrontaciones. De hecho, antes de usted salir de viaje, la oposición le cuestionó el que fue a pedir por la paz mundial y dejó aquí como mensaje que “en Venezuela hay una revolución pacífica, pero armada, con tanques, fusiles y aviones”.

—Claro, pero eso es una realidad. Lo que hago es recordárselo a aquellos que andan desesperados tratando de instigar a un golpe de Estado, que perdieron toda perspectiva. O llamando públicamente a actos violentos. Lo que hago es recordarles: “no se equivoquen”. Y lo hago para bien del país, precisamente para recordarles que ése no es el camino. En cuanto al diálogo y la paz, yo decía ayer en mi discurso de instalación del evento mundial: “el diálogo debe ser muy franco”. No puede ser ese falso diálogo al que aquí estuvimos acostumbrados: un diálogo entre minorías. Y las mayorías no eran oídas. ¿Quién oía aquí al pueblo? ¿Quién oía a los campesinos sin tierra? ¿Quién oía a los pescadores sin crédito? ¿Quién oía al gran país? ¡Nadie! Aquí había un diálogo a encerrona, donde se tomaban grandes decisiones. Y yo he convocado un diálogo y fue lo primero que hice. Permíteme sacar aquí la “bicha”. ¿Cómo se hizo esta Constitución? Un diálogo yo diría que infinito. Una convocatoria al diálogo, un referéndum y luego un gran diálogo nacional que produjo esta Constitución. Lo que he hecho, sí, en Últimas Noticias con Eleazar Díaz Rangel y [Oscar] Perdomo Marín, es ratificar mi convocatoria a un diálogo, pero franco y entre todos. No entre minorías.

—Hay minorías significativas como los empresarios, la jerarquía eclesiástica, los dueños de medios, que representan grupos de interés y tienen un papel específico en la sociedad. ¿Ese diálogo está dirigido hacia esos sectores?

—Pero por supuesto. No tenemos ningún interés de excluir del diálogo a nadie y este servidor, en lo personal, ha conversado con dirigentes empresariales, aun los más enconados adversarios, con la cúpula eclesiástica. Y créeme que lo primero que hago es pedirles la bendición. Por allá vi a uno de ellos en una misa en Los Andes, un crítico enconado que tengo de la jerarquía eclesiástica, y le dije: “bendición, monseñor, a pesar de todo, bendición y mi afecto”.

—Pero eso no basta, Presidente, porque se han dicho muchas cosas de lado y lado. A usted lo han acusado de todas cosas posibles, desde loco hasta promotor de guerrilleros, protector de Montesinos y también usted le ha dicho a algunos obispos, por ejemplo, que tienen el “diablo por dentro”. Cosas también muy duras a dueños de medios.

—Yo creo que eso es parte del diálogo, porque hay muchas maneras de dialogar. Esta es una forma de dialogar, pero ayer decíamos, oyendo, por ejemplo, a un alto representante de las Naciones Unidas, quien vino a la instalación del evento. Él citaba a un poeta iraní que hablaba del diálogo del corazón. Hay diálogos que salen de la profundidad de los silencios, por ejemplo, de los niños, de los miserables, de los pobres. Ese es un diálogo. Ahora, cuando yo, por ejemplo, le respondo a alguien que me ataca o que dice tal cosa, estoy dialogando. Lo que queremos es que haya un diálogo armonioso, a dos voces y a oídos y donde nos planteemos la necesidad de transformar el país. Tiene que ser un diálogo transformador. No puede ser un diálogo para buscar consensos debajo de la mesa, como aquí hacían antes. Yo decía ayer al Consejo de Ministros, concluyendo este año Habilitante, que fue un año duro en muchas cosas, hicimos una ley por semana en promedio, como lo dije anoche al país. Yo decía ayer: ¿por qué algunos sectores se resisten a la Ley de Tierras, por ejemplo? Son unas minorías. Esas minorías se acostumbraron a que ellos dialogaban entre ellos nada más y dialogaban con un Estado que muchas veces amparaba y apoyaba fechorías, pero no había diálogo con los millones de campesinos que no tienen tierras y que andan por allí en la más absoluta miseria. Con ellos no había diálogo. Este diálogo debe ser franco, sincero, que nos digamos verdades, ojalá de la manera más armoniosa, pero tiene que ser un diálogo para construir y para transformar el país.

—¿Usted cree que después de todo lo que se ha dicho, de todas las agresiones que ha habido de parte y parte, esa relación se puede salvar, Presidente?

—¡Claro! Es que no se ha perdido la relación. Lo que pasa es que es una manera de relacionarse. Yo diría más bien todo lo contrario: se ha venido creando una relación. Vamos a poner un ejemplo de la época heroica. Después de años de guerra, Simón Bolívar fue a abrazarse con Pablo Morillo allá en las montañas de Los Andes y hacer un Acuerdo de Regularización de la Guerra. Yo estoy dispuesto. Lo he hecho ya. Ahora, a seguirlo haciendo no sólo estoy dispuesto. Estoy obligado. Porque soy el jefe del Estado y uno de los papeles fundamentales del Estado en toda sociedad moderna, en toda sociedad que tienda al desarrollo, es ser un moderador de conflictos. Y yo soy el jefe del Estado, así que Hugo Chávez como jefe del Estado conversando, intermediando entre pobres y ricos, sí, yo estoy dispuesto a seguir haciendo ese juego, entre los factores en pugna. Estoy dispuesto y estoy obligado además, para buscar la armonía más alta posible en esta tarea nada fácil de reconstruir al país.

—¿Puede interpretarse de sus palabras, Presidente, que este diálogo tiene como propósito llegar a una suerte de acuerdo o pacto de gobernabilidad entre los sectores del país?

—No se trata de un Pacto de Punto Fijo. No. Por ese lado no vamos a ir. Yo insisto: todos los sectores del país tienen que entender —y hago el llamado [para que lo entiendan]— que aquí hubo un proceso constituyente que no fue impuesto por nadie. Un proceso absolutamente legítimo, apoyado por las grandes mayorías del país, y se aprobó una Constitución. Lo que pasa es que hay muy pequeños sectores que [no lo aceptan]... Pero, claro, tienen poder económico, tienen poder mediático o apoyo de poderes mediáticos. Por ejemplo, hace poco vinieron los ganaderos, anunciaron la toma de Caracas.

—Cerraron la Urdaneta.

—Claro, 400, 500 personas con 20 carros cierran la avenida, pues. Una avenida se cierra muy facilito. No hace falta gran esfuerzo. Pero, ¿que ellos sean capaces de convocar a 500 mil? No. Nosotros sí, porque la Ley de Tierras que hemos aprobado favorece a millones. ¡Ah! Afecta pequeñas minorías, intereses arraigados durante muchísimo tiempo. Entonces a ellos hay que recordarles, a todos, y ese puede ser un papel de los medios de comunicación, de manera pedagógica, de convencimiento, que aquí hay una Constitución. Y yo estoy obligado como jefe de Estado a hacer que se cumpla esa Constitución.

Taquitos
TRÁNSITO. El INTTT exhortó a las alcaldías a adelantar la reparación de los semáforos de las ciudades, especialmente en el Área Metropolitana de Caracas, y está dispuesto a ocuparse de reparar algunos, así no sea materia de su competencia directa. Lo dijo el presidente del instituto, Franklin Pérez Colina, en el programa radial “Todos en confianza”, que este columnista conduce por el Circuito Radial Triple F. Pérez Colina dijo que antes de plantearse medidas como el Pico y Placa, los alcaldes deberían ocuparse de asuntos concretos que pueden ayudar al descongestionamiento. Aseveró que el instituto no permitirá las restricciones al libre tránsito anunciadas por la Gobernación de Miranda. MARIO. El siguiente es un extracto de un diálogo con mi hermano Mario, destituido arbitrariamente del Seniat.

—Hola, hermano. ¿Cómo estás?

—Bien, pana.

—¿Ya te pagaron la liquidación del Seniat?

—Sí, bueno. Aunque todavía me deben.

—¿Cómo es eso?

—Bueno, a todo el personal le pagaron en diciembre un bono por recaudación de la meta 2008, que me corresponde porque mi destitución fue el 3 de enero. No me lo pagaron.

—¿Y qué argumentan?

—Que espere esto y aquello, con mucha amabilidad, pero nada.

—¿Y es mucha plata?

—No, pero estoy contando con eso.

—Si no te lo van a pagar es preferible que te lo digan y punto.

—Lo mismo les dije yo.

FELICITACIONES. A Tribuna Popular por su 61° aniversario. Y los que faltan.

CITA: “Hay algo más importante que la lógica: la imaginación”. Alfredo Hitchcock.